¡¡ YO SÉ QUE MI REDENTOR VIVE !!
El libro de Job nos lanza retos importantes, dudas y preguntas que sobre todo los creyentes, nos hacemos muchas veces en la vida, y es el porqué del sufrimiento humano. Fue escrito hacia el 970 a.C. en los tiempos del rey Salomón. Un tiempo en que a las artes y las letras florecieron, y eentre ellas la literatura tuvo un realce especial.
Este libro aportó algo realmente revolucionario en el pensamiento religioso del pueblo judío. Pues si recordamos la moral judía dictaba que, “el principio de la sabiduría es el temor a Jehová” y dicho temor, tenía como consecuencia bienestar y prosperidad. Y el autor, al relatar la tremenda experiencia que sufre Job nos está diciendo, temer a Jehová tiene como consecuencia una vida próspera, sí, es verdad, pero no siempre.
Era un patriarca dotado de gran calidad humana. Amaba la tierra que había heredado. En momentos de reproche a Dios, le dice: “si mi tierra clama contra mi….que en lugar de trigo me nazcan abrojos” (31:38). Consideraba la opinión de sus siervos y siervas. En tiempos en que los esclavos no tenían voz ni voto, él permitía que discutieran con él. “Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y mi sierva cuando ellos contendían conmigo” (31:13). Se ocupaba de los pobres que le rodeaban, para Job no eran invisibles “Yo era ojos al ciego y pies al cojo y a los menesterosos era padre” (29:15-16).
Pues este hombre justo, que respetaba la ley y temía a Jehová, en unos días se vio sumido en la mayor de las desgracias. Job perdió a su familia y toda su fortuna. Sufrió una situación física tremenda, dice la Palabra que fue herido con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. (2:7-8). Sufrió la soledad a causa del rechazo de su esposa “¿aún retienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete;”(2:9), sus hermanos no le ayudaron “pero mis hermanos me traicionaron como un torrente, pasan como corrientes impetuosas….”(6:15). Los amigos no sirvieron nada más que para echarle encima una culpabilidad gratuita. Eso le decía Elifaz: “Recapacita ahora ¿qué inocente se ha perdido? Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos?” Es decir, si eres desgraciado, “algo habrás hecho mal”.
Pero Job, después de todo este sufrimiento, llegó a entender a dónde Dios le quería llevar. Su manera de ver la vida cambió, cobró otros valores, llegó a una conclusión un tanto sorprendente, afirmó: “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.” 42:5. ¡¡ Pero cómo ¡¡ ¿De oídas? Pero si era un hombre justo, prudente, hacía sacrificios por sus hijos, era misericordioso y respetuoso. Acaso, ¿No sabía lo que Dios quería?
Job creía que porque él era correcto, recibía bendiciones, y la gran lección que el Señor le da es que las bendiciones no son nuestras propiedades, ni nuestro trabajo, ni nuestro dinero, ni nuestra posición social o en la iglesia, las bendiciones no son lo que poseemos ni lo que nos rodea, la bendición absoluta es tener a Dios mismo en tí. Esa es la bendición.
Sí, Dios mismo es la bendición que llega a nosotros y no nos abandona nunca, es nuestra Torre Fuerte. Decía la misionera Carlota Moon “nos damos cuenta de que Dios es todo lo que necesitamos, cuando es Dios lo único que nos queda”. La vida nos está poniendo a prueba y sería bueno que llegáramos a la conclusión gloriosa que llegó Job cuando aún con dificultades y problemas dijo: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios;..” 19:25-17.
Sí, nosotros sabemos que en todo momento y en toda circunstancia “Nuestro Redentor Vive”.
Lola Sánchez