Por Samuel Pérez Millos, escritor, conferenciante y Pastor de la Iglesia Unida de Vigo
“Respondió Jesús: Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad…Le dijo Pilato: ¿Qué es verdad? (Jn. 18:37-38).
Vivimos en un mundo relativista. Los conceptos filosóficos modernos están impregnando nuestra sociedad. Esto afecta también a la verdad, que ha dejado de ser absoluta para convertirse en cada vez más relativa. La expresión de la ideología de la posverdad, no es algo novedoso, sino la recuperación de las palabras que Pilatos dijo a Jesús: “¿Qué es verdad?” La expresión cuestiona si algo es verdad.
Frente a esto el cristiano tiene el absoluto de la verdad, que está expresada por Cristo y su Palabra. Permitidme hacer una sencilla reflexión sobre el problema.
Relativismo
Es el resultado de la evolución filosófica de la ética. La situación actual es fundamentalmente humanista, el hombre, sus principios y valores han pasado a ser el núcleo central de la civilización occidental.
La filosofía del pensamiento ha ido afectando en diversas formas a la llamada civilización cristiana, en un descenso continuado desde los valores absolutos hacia los relativos. El hombre, con sus limitaciones y carencias, ha pasado a ser el punto central del pensamiento actual. Esto trajo inevitablemente lo que se ha dado en llamar a principios del siglo pasado el pos-cristianismo.
En definitiva, es aceptar que éste y sus principios habían quedado obsoletos. De ahí los movimientos pseudo-filosóficos, como Nueva Era, que no fue otra cosa que la religión del hombre, Dios es cada persona, lo que dio lugar a un auténtico panteísmo antropológico, en el que cada uno tiene valores personales que serán posibles en la medida en que los asuma como principales.
En el declive relativista, surgió otro concepto llamado la nueva tolerancia. Tolerancia es reconocer y respetar las formas de vida de otros, sin necesidad de compartirlos. La nueva tolerancia constituye un estilo de vida diferente a lo que cabría esperar de la tolerancia. Ya no es suficiente con vive y deja vivir, sino que se demanda estar de acuerdo en que otras posiciones son tan válidas como las propias, exigiendo dar aprobación y apoyo a otro modo de pensar, ya que lo contrario es discriminación.
El resultado es la relativización de los valores morales y éticos, ya que no existen verdades absolutas, por tanto, si no hay medida absoluta, no hay medida. La consecuencia es funesta: Si la verdad ha muerto, la moral también ha muerto. A consecuencia de este relativismo, surgen consecuencias que son absolutas y no relativas, de ahí movimientos tales como la ideología de género.
El relativismo de la moral es evidente. Los valores humanos son relativos y no absolutos, por tanto, el tiempo determina el cambio de valores y como consecuencia determina el cambio de ética. El relativismo conduce a forzar la escala de valores de los demás para imponer los míos, convirtiendo la sociedad occidental en la dictadura de las minorías.
El cambio es sumamente peligroso. Lo que antes era desviación es ahora expresión diferente. La ética basada en la Biblia está cuestionada intentando que se extinga. Es más, hay propuestas que buscan eliminar partes de los escritos bíblicos consideradas como homofóbicas y antidemocráticas. Esto lleva a prohibir en muchos lugares la lectura de la Biblia en las escuelas y organizaciones. Basta una simple observación para descubrir la enorme tragedia de una sociedad permisiva que deja incontrolados y sin pautas a los adolescentes, y establece la libertad del botellón que destroza a nuestros jóvenes.
La última batalla en la deriva relativista la establece la posverdad, un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y moderar la opinión pública e influir en las actitudes sociales en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que la apelación a las emociones y a las creencias personales. La pregunta de Pilato adquiere una notoria actualidad: “¿Qué es verdad?”.
La verdad
El cristianismo tiene la verdad absoluta. Cristo es la verdad (Jn. 14:6). Quien tiene a Cristo y vive a Cristo vive una vida de verdad (Fil. 1:21). La verdad suprema se ha hecho comprensible en la Biblia, que informa, establece y condiciona la ética cristiana. Sólo ella conduce a una vida santa delante de Dios (Sal. 119:11). La verdad absoluta sustenta la vida familiar en una relación de amor y respeto mutuo en el matrimonio (Ef. 5:25). De igual manera estabiliza las relaciones paterno-filiales (Ef. 6:1-4). La relación socio-laboral está contemplada en la verdad absoluta de la Palabra (Ef. 6:5-9). No cabe relativismo en la verdad absoluta.
El problema está cada vez más presente en el llamado mundo evangélico, debido esencialmente a la dejación que se está haciendo de la enseñanza bíblica en la iglesia a todos los niveles. El púlpito que presentaba verdades absolutas, ha declinado a los mensajes devocionales o motivadores, de excelente oratoria que satisface, pero no edifica.
Muchos creyentes no conocen la Biblia y la leen ocasionalmente. La enseñanza de la Palabra a los niños ha sido cancelada por entretenimiento dominical. Ocurre algo semejante con los jóvenes a quienes se les da esparcimiento, pero no se les conduce a la Biblia. El problema trasciende también a las familias en hogares que no leen juntos la Biblia y oran unidos como familia. Este es el terreno abonado a la posverdad y al infantilismo espiritual que arrastra a tantos de un lado para otro por vientos de doctrina que no son verdad o simplemente son verdades relativas.
Conclusión
Dios llama a Su pueblo a mantener valores absolutos en un mundo relativo. Necesariamente está la decisión personal que debemos tomar de recuperar a Cristo y a la Palabra en cada aspecto de nuestra vida cristiana, ya que sólo ellos son valores absolutos. No podemos cumplir la misión de testimonio ante el mundo si no mantenemos las verdades absolutas que Dios nos ha entregado.
En una situación compleja y peligrosa somos llamados a regresar a la Palabra, a vivir a Cristo, haciendo todo ello en el poder del Espíritu.