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Por Ramón Sebastián Vicent, historiador y profesor de la Facultad de Teología UEBE

Adoniram Judson: Padre de las misiones bautistas norteamericanas

Nos hemos adentrado ya en el siglo XIX y hemos visto como un bautista inglés, William Carey, inició un fenómeno misionero que impulsó las misiones protestantes por todo el planeta. Con el personaje de hoy descubriremos como comenzaron entre los bautistas estadounidenses, pero personalmente iría más allá: la biografía de Adoniram Judson no es solo un hito en la Historia de la evangelización, pues nos encontramos ante una vida tremendamente inspiradora; renunció a mucho para llevar el Evangelio a tierras lejanas y no desfalleció en su empeño, pese a afrontar constantes sufrimientos. Animo a que se investigue un poco más de lo que aquí se escribe sobre este hombre de Dios.

Dicen que fue un niño precoz y que su padre lo llevó a los mejores colegios de Nueva Inglaterra (EE.UU.) y así llegó a la Universidad de Brown (Rhode Island, EE.UU.). Estos detalles son importantes para entender parte del legado que dejó, pues no todas las personas están capacitadas para aprender nuevas lenguas, escribir diccionarios o gramáticas y traducir la Biblia. Su familia le aportó una base religiosa ya que su padre era pastor congregacionalista. Sin embargo, al entrar en la Universidad tuvo una deriva hacia el ateísmo si bien la muerte de otro joven, tras una noche de agonía, le hizo replantearse la vuelta a los caminos del Señor. Ingresó en el Seminario Teológico de Andover (Massachusetts) donde experimentó un llamado a las misiones tan fuerte que organizó un grupo de estudio sobre este tema. Tras no lograr vincularse a la Sociedad Misionera de Londres (EE.UU. y el Reino Unido se encontraban en guerra -1812-), organizaron su propia junta misionera: la congregacionalista American Board of Commissioners for Foreign Missions[1]. A Adoniram se le ofreció en este tiempo tanto una plaza de profesor en la Universidad de Brown, como ser pastor asociado en la iglesia congregacionalista más importante de Boston. Renunció a ambas ofertas (con el consiguiente disgusto de su familia) pues quería ir de misionero a algún país lejano. Poco antes de su partida se casó con Ann Hasseltine.

Tras leer el párrafo anterior, alguno se preguntará si todo este entorno que hemos citado es congregacionalista, ¿qué tienen que ver los bautistas en todo ello? Sigamos con la biografía. En 1812 dos matrimonios, los Judson y los Rice, partieron en barcos distintos rumbo a la India. Ambos sabían que allí se encontrarían con el trío de Serampone (Carey, Marshman y Ward) y se les planteaba un problema: como congregacionalistas aceptaban el bautismo de infantes, mientras que el citado trío eran bautistas. Así que cada uno de los dos matrimonios por su cuenta se dedicaron en el viaje a estudiar el tema del bautismo en las Escrituras y ambos llegaron a la misma conclusión: aceptaron la doctrina bautista. Así que cuando llegaron a la India y contactaron con Carey, le pidieron que los bautizara. Claro que este cambio les supuso un nuevo problema: perdían el apoyo económico de la misión congregacionalista y poco les podía ayudar el trío de Serampone ya que eran ingleses; además, la Compañía británica de las Indias Orientales los expulsó de la India.

Ante semejante situación decidieron que los Judson irían a la Isla de Francia (hoy República de Mauricio) y los Rice volverían a EE.UU. con el fin de movilizar a las iglesias bautistas en apoyo de las misiones foráneas. Hasta entonces los bautistas norteamericanos no tenían ninguna sociedad misionera para territorios extranjeros, pero el impacto del viaje de los Rice fue tal que se unieron las iglesias en torno a este llamado y en 1814 se organizó la Convención General Bautista de los Estados Unidos de Norteamérica para las Misiones del Extranjero. En los siguientes años extenderá su labor por el sudeste asiático, la India, África y Europa, a la par que hasta mediados del XIX se multiplicaron las sociedades misioneras bautistas por los EE.UU.

Pero volvamos a la biografía de Judson. Aunque Carey le había recomendado que no fuera a Birmania (hoy en día Myanmar) por lo peligroso que resultaba, el matrimonio se dirigió a este país. En principio los resultados fueron muy exiguos: no bautizó a su primer convertido hasta después de 6 años de trabajo. Lo primero que hicieron fue aprender el idioma. Después Adoniram elaboró un diccionario inglés-birmano y escribió una gramática de la lengua nativa. Seguidamente inició la traducción de la Biblia al citado idioma.

Cuando tenía ya el manuscrito de la traducción del Nuevo Testamento estalló una guerra entre Birmania e Inglaterra (1824) y dejó en muy mala situación a todos los occidentales que residían en este país. De hecho, Adoniram fue encarcelado y pasó 19 meses entre dos prisiones diferentes en las que además de los sufrimientos (lo dejaron con varias cadenas en los pies), las condiciones eran horribles (suciedad, hacinamiento, escasez y mala alimentación…). Si sobrevivió fue por la constancia de su esposa Ann la cual consiguió el permiso de ir a visitarlo y llevarle comida. Su liberación está relacionada con el final de la guerra y el llamado del gobierno birmano para que actuara como intérprete en la firma de la paz entre ambos contendientes. Pero su esposa falleció poco después, a lo que siguió la defunción de su pequeña niña.

Tras un periodo de aislamiento por semejantes pérdidas, volvió con su empeño evangelizador, viajando y repartiendo tratados que el mismo traducía. El Señor le bendijo en algunas áreas: tras veinte años de trabajo concluyó la traducción de la Biblia, vio aumentar el número de conversiones y se casó en segundas nupcias con Sarah Hall Boardman. Debido a una enfermedad de su nueva esposa, decidieron hacer un viaje a su tierra natal: pero ella falleció en la travesía siendo enterrada en la isla de Santa Elena (donde unos años antes había muerto Napoleón Bonaparte en el exilio). Pese a la pena que soportaba, predicó en numerosas ciudades de EE.UU., teniendo un caluroso recibimiento y viendo como mucha gente acudía a oír sus mensajes. Se casó por tercera vez con Emily Chubbuck y juntos volvieron a Birmania, donde llegaron en noviembre de 1846.

De nuevo vivió un periodo fructífero y feliz, pero corto: empeoró de una enfermedad respiratoria y para salvarlo lo embarcaron con un amigo en dirección a la isla de Francia (Mauricio); pero falleció en el viaje y echaron su cuerpo al mar (1850). Su esposa se enteró del fallecimiento unos meses después y tampoco tardaría en morir.

Como se puede ver, es una biografía plagada de penalidades, pero impulsada por el afán de llevar el Evangelio a personas que nunca lo habían escuchado. Y ahí queda su legado: fundó en Birmania 63 iglesias, dejó más de 7.000 cristianos bautizados, fue mentor de misioneros que llegaban a estas tierras, tradujo la Biblia al birmano, escritos teológicos y devocionales, varios diccionarios y gramática… Pagó un precio muy alto, pero sin duda que colaboró en el mandato del Señor de «Id por todo el mundo…».

[1] A los estudiosos de la Reforma en España esta Junta misionera congregacionalista les sonará pues años más tarde comisionó a William H. Gulick y su esposa hacia España. En 1872 se asentaban en Santander y con la ayuda de tres hermanos de William establecerán iglesias desde Cantabria y Euskadi por toda la depresión del Ebro, las cuales quedarán organizadas en la Unión Ibero-Evangélica. También serán los fundadores del Instituto Internacional de Señoritas de San Sebastián.

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