Por Esther Martínez, Pastora IEB Xàtiva
A las 6 de la tarde del 21 de diciembre de 1954, un pequeño grupo de personas se agrupaba frente a un domicilio en la localidad de Oak Park (Illinois). Habían vendido sus casas, abandonado sus trabajos y sus familias y miraban al cielo. Conjugaban una mezcla de terror e ilusión, esperaban un platillo volante que les salvaría del fin del mundo. Se autodenominaron los Seekers (Buscadores).
Para entender el suceso, hay que remontarse a un tiempo atrás. La aventura comenzó, según relataba su líder, la señora Dorothy Martin (aliasMarian Keech), cuando unos seres superiores del planeta Clarion se comunicaron con ella por medio de un mensaje en escritura automática. Antecedentes tenemos en Mahoma y John Smith, así que el suceso no nos viene de nuevas.
El comunicado era apocalíptico. Los llamados Guardianes, ciudadanos del planeta Clarion, comunicaban a que el mundo iba a sucumbir en un Diluvio 2.0. Al igual que en el anterior, ella tendría la opción de salvarse junto con todos los seguidores que pudiese reunir. El mensaje incluía que el 21 de diciembre un platillo volante pasaría a recogerles en la dirección indicada.
El día y la hora señalados congregó al grupo y ocurrió lo inesperado, es decir, nada. Pero contra todo pronóstico, los Seekers no se desmoralizaron, ni una pizca. Continuaron hasta Navidad esperando inquebrantables bajo el rigor invernal de Illinois y el ridículo más absoluto. Se alentaban, se turnaban para fragmentar el cielo en pedazos, tratando de divisar su esperado transporte que nunca llegó. A pesar de lo ridículo de la situación, no se vinieron abajo. Al contrario, la espera reafirmó sus creencias.
Entre los argonautas había infiltrados tres polizones cuyos nombres ocupan un lugar prominente en el mundo de la psicología: Leo Festinger, Henry Riecken y Stanley Schachter. Tres psicólogos que, lejos de tener la más mínima confianza en los seres del espacio, se habían infiltrado en la secta para estudiar su comportamiento y reacciones.
El resultado de aquella investigación cristalizó en el libro Cuando fallan las profecías publicado en 1956. La obra, un clásico de la psicología social, analizaba por qué los Seekers, después de la derrota de su proyecto, se aferraron aún más a su apocalíptica fe cuando se demostraba tan evidentemente equivocada. ¿Por qué no había deserciones?
A Festinger este experimento le sirvió de base para acuñar la teoría de la «disonancia cognitiva». El autor definió este proceso como la incomodidad que se produce cuando tenemos dos ideas que se contradicen o cuando lo que pensamos, nuestras creencias, se contradice con nuestros actos.
De acuerdo con la disonancia cognitiva, en primer lugar actúo y posteriormente, de una forma automática, justifico mis actos.
Una vez tomada una decisión, nos cuesta reconocer que tal vez nos hayamos equivocado. Nos resulta más fácil ponernos a defender con uñas y dientes la alternativa elegida, porque de esa manera nos percibimos a nosotros mismos como personas coherentes, y porque defendiendo nuestra elección, consolidamos la decisión.
La teoría de la disonancia cognitiva es una hipótesis sugerente que nos permite entender de forma sencilla muchas de las aparentes paradojas y sinrazones del comportamiento humano, algunas de las cuales se reflejan en cada detalle de nuestra vida. Es por eso que muchas personas tratan de evitar o reducir al mínimo el arrepentimiento en sus vidas. Alguien lo expresó de este modo: «El alma está teñida del color de su pensamiento».
Como pastora me he encontrado una y otra vez con situaciones desbaratadas, incongruentes, y comportamientos y reacciones que no entendía. Supongo que a la mayoría de vosotros os habrá ocurrido lo mismo en algún momento. Es la incomprensión del comportamiento humano. Aun el Apóstol Pablo se enfrentó a este dilema: «No entiendo lo que hago…».
¿Cómo enfrentar estos pensamientos y actitudes? Por mucho tiempo pensé que lo mejor era confrontar a las personas con sus realidades. La experiencia y los años me han hecho recapacitar y darme cuenta de que en muchas ocasiones lo que logré fue empeorar la situación y crear más barreras de protección mental.
Tratando de encontrar solución al dilema y no irme con los extraterrestres en un platillo volante, busqué la respuesta en la Palabra de Dios, nuestra norma de fe y conducta, y descubrí muchos versículos que enfrentaban este problema:
«que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos,
y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente,
y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad» (Ef. 4:22-24).
«Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón» (Heb. 4:12).
«Por esta razón, también nosotros, desde el día que lo supimos, no hemos cesado de orar por vosotros y de rogar que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual,
para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios» (Col. 1:9-10).
«Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida» (Prov. 4:23).
«Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él» (Prov. 23:7).
«El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan» (Prov. 4:19).
«En la opinión del insensato su camino es derecho, pero el que obedece el consejo es sabio» (Prov. 12:15).
«Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto» (Rom. 12:2).
«Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:32).
«Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Cor. 10:4-5).
La Disonancia Cognitiva es un acto reflejo de protección mental. Es una incongruencia de nuestra naturaleza egoísta y auto justificativa desde el mismo momento que junto a Adán y Eva nos caímos del guindo en el huerto del Edén.
Menos mal que el Padre, que proveyó a lo largo de la historia de la humanidad toda clase de ayudas para suplir nuestra disonancia, en estos últimos tiempos, por medio de su Espíritu Santo, nos fortalece en el ser interior para que rompamos con todos nuestros los argumentos y mentiras y confrontemos la realidad de nuestra condición pecadora.
Aclaremos nuestra mente y liberémonos de todo peso y del pecado que nos asedia por medio de la adoración, la alabanza, y la lectura de la Palabra para que el mandato del Apóstol Pablo a los Filipenses sea nuestra manera de pensar:
«Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» (Fil. 4:8).